Hace unos días, en una red social, alguien preguntó cuál era la película que nos había hecho abandonar una sala de cine. La verdad es que rara vez dejo una película a medias, pero hubo una que casi lo logra: Dreamcatcher.
Mientras la veía, no dejaba de preguntarme por qué había elegido esa película y, sobre todo, cómo alguien autorizó que llegara a las salas de cine. Y, al parecer, no estoy solo. La película, basada en una novela de Stephen King, tiene una mediocre calificación de 5 en IMDb.
Siguiendo con la anécdota, decidí expresar mi opinión en dicha red social y alguien contestó que no la entendí, que debí haber hecho un esfuerzo extra. Pero, ¿es realmente el trabajo del espectador reconstruir el sentido de una película? Si el cine no logra transmitir su mensaje, el problema no es del público.
Esto me hizo pensar en marketing. ¿Cuántas veces hemos lanzado campañas que simplemente no funcionan como esperábamos? A veces, el cliente llega con una idea que parece brillante, pero al ejecutarla, los resultados no están ni cerca de lo esperado. Al igual que Dreamcatcher, no basta con decir que la campaña está inspirada en algo genial si el resultado final no conecta con la audiencia.
Particularmente en el B2B, lo que realmente importa es generar leads calificados y mantener un flujo constante de oportunidades de negocio. Esto se logra con estrategias a largo plazo, como el SEO bien estructurado, las campañas de mailing continuas y una sólida estrategia de relaciones públicas. Son apuestas que pueden no parecer espectaculares en el momento, pero que, como una película bien construida, cumplen su propósito.
¿Improvisación o estrategia?
Claro que hay momentos en los que debemos reaccionar rápido: el mercado cambia, surgen nuevas tendencias o el cliente decide probar algo distinto. Pero aquí entra el criterio del estratega. No se trata de decir sí a todo lo que suena novedoso. A veces, una idea parece emocionante, como una película que combina ciencia ficción, aliens, horror corporal y poderes telepáticos que amenazan a la humanidad. No suena mal en teoría, pero aunque la ejecución tenga cierto valor técnico, puede terminar sintiéndose improvisada y con decisiones cuestionables.
En el caso de Dreamcatcher, el estudio y la productora no parecían tener claro para quién iba dirigida la película o, si lo sabían, claramente su objetivo no fue generar ganancias. Con un presupuesto de 68 millones de dólares y una recaudación de 75.7 millones, apenas cubrió su costo. Y cuando el resultado final no cumple con las expectativas, terminamos cuestionando la decisión de haberle apostado tanto. No basta con una premisa llamativa si al final el mensaje no conecta con la audiencia.
A veces, el cliente quiere que su campaña tenga éxito simplemente porque la idea parece genial. Pero no siempre el público va a recibirlo como se espera, y ahí es donde entran los datos. Antes de lanzar algo nuevo, analizamos qué tan alineado está con lo que realmente conecta con el mercado. No podemos esperar que el cliente haga todo el esfuerzo de entender por qué algo no funcionó; si el mensaje no es claro desde el principio, el problema es nuestro, no del público.En conclusión, así como el cine debe funcionar por sí mismo, el marketing también debe tener una lógica interna que haga sentido desde el principio. Las ideas pueden venir de muchos lugares, pero si no las aterrizamos con estrategia y datos, corremos el riesgo de llenar una sala solo para que la audiencia salga decepcionada. Nuestro objetivo final es conectar, no solo impresionar momentáneamente. Al igual que en el cine, el marketing efectivo cuenta una historia que atrapa y deja algo significativo. #NoSeamosDreamcatcher