Arlette Rios

Entre procesos, generaciones y un poco de Disney

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Desde niña me gustaba poner orden. Recuerdo estar en primaria y acomodar mis libros del más grande al más chico en la mochila, como si fuera lo más lógico del mundo. El día que me di cuenta que no todos lo hacían, me explotó la cabeza: ¿cómo es que algo tan evidente para mí no lo era para los demás? Supongo que ahí empezó mi forma de ver el mundo: buscando estructura donde otros veían caos.

Años después, esa necesidad de ordenar me llevó, sin saberlo, a liderar procesos en una empresa donde muchas personas tienen más años de experiencia que yo de vida. Salí de la universidad sin tener del todo claro mi rumbo, y terminé guiando proyectos, negociando entre estilos de trabajo muy distintos y colaborando con gente que bien podría ser de la generación de mi mamá.

Al principio fue intimidante. No por falta de entusiasmo, sino porque tenía muy presente todo lo que no sabía. Pero entendí algo crucial: liderar no es saber más, es saber leer mejor. A las personas, a los ritmos, a los contextos.

Trabajar con personas de distintas generaciones no solo me ha enseñado a ser más empática y flexible: me ha convencido de que el liderazgo del futuro no se construye desde la edad, sino desde la apertura. En un entorno laboral cada vez más complejo, la diversidad generacional no es un reto: es una ventaja competitiva.

Quienes estamos en los veintitantos solemos cargar con estereotipos: que si los memes, que si la falta de experiencia, que si la ridícula nostalgia por Disney (que admito que sí está presente). Pero en mi experiencia, lo que aportamos va mucho más allá: agilidad, nuevas formas de colaboración y una mirada fresca que puede convivir —y potenciarse— con la experiencia de quienes llevan décadas en el juego.

Hoy me toca traducir formas de trabajo: desde quienes usan notas en papel hasta quienes trabajan con tableros digitales; desde correos extensos hasta respuestas con emojis. Lo importante no es imponer métodos, sino lograr que convivan.

Según el informe “Pulse of the Profession” del Project Management Institute, los equipos diversos —también en edad— tienen un 30% más de probabilidades de superar sus metas. Esa diversidad no solo se nota en los resultados, también en cómo se gestionan los procesos: con más escucha, más adaptabilidad y más empatía.

Ser joven en un entorno multigeneracional me ha obligado a explicar mejor, a sostener mi visión sin imponerla, a combinar agilidad con experiencia. A veces tengo la solución más rápida; otras, hago la pregunta que nadie se había hecho. Lo que importa es la conexión: entre estilos, generaciones y formas de ver el trabajo.

No se trata de que una generación ceda ante otra. Se trata de construir algo juntos. Porque cuando dejamos de ver la edad como una barrera, y empezamos a valorar el enfoque, la actitud y la disposición a colaborar, entonces sí estamos hablando de liderazgo real.

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