Rodrigo Gutierrez Bonilla

Lecciones de vuelo: De la cancha al marketing por las Águilas del América

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El Club América, históricamente reconocido como uno de los equipos más grandes y exitosos de México, sigue vigente en la actualidad con una trayectoria que inspira respeto y admiración. Su grandeza no solo se mide en títulos o glorias pasadas, sino en su capacidad constante de reinventarse y mantener viva esa esencia competitiva que lo caracteriza.

Hay sueños que nacen en el corazón y se tatúan en la piel, sueños que llevan el peso de la herencia y la pasión familiar. Para muchos, el fútbol no es solo un deporte, es un legado. Así lo entendí desde niño, cuando el Club América se convirtió en mi obsesión. Algunos dicen que así como tu padre te hereda el color de los ojos o la estatura, también se hereda el amor por un equipo. El América, con su grandeza, su historia y sus héroes inmortales, fue el sueño que decidí perseguir.

Tenía solo 13 años cuando crucé por primera vez los portones del club. Desde el primer entrenamiento supe que estaba en el lugar correcto, el lugar donde los sueños infantiles se encuentran con la realidad dura pero hermosa del esfuerzo constante. Mis padres, siempre a mi lado, entendieron que este sueño era colectivo: no solo corría yo detrás del balón, sino también ellos, alentándome con cada sacrificio compartido.

Con los años, el sueño dejó de ser un anhelo distante y comenzó a tomar forma. Subí escalón tras escalón, categoría tras categoría, enfrentándome no solo a rivales en la cancha, sino también al miedo, a las derrotas y a la incertidumbre. Cada entrenamiento era una batalla contra mis propios límites. Finalmente, después de 15 años de dedicación, cumplí mi meta: compartir el campo con quienes alguna vez llamé ídolos. Fue un instante efímero pero glorioso, un momento que llevo tatuado en la memoria.

Sin embargo, la vida, impredecible y caprichosa, me mostró otro sendero. El fútbol me dio tanto, pero también llegó el momento de despedirme. Fue duro, pero entendí que hay finales que en realidad son comienzos. Decidí entonces concentrarme en mis estudios y darle un giro a mi historia.

Del campo de juego a la estrategia de marca

El paso del fútbol al marketing significó un cambio radical en mi vida profesional. Sin embargo, encontré muchos paralelismos entre ambos mundos que me permitieron adaptarme con éxito. El marketing llegó a mi vida como un nuevo campo de batalla donde aplico mucho de lo aprendido en el deporte. Lo primero fue entender que, al igual que en el fútbol, el trabajo en equipo es esencial. No importa cuán brillante seas como individuo, el verdadero poder está en la coordinación, en el pase preciso que genera el gol compartido.

En el ámbito profesional, las estrategias de marca requieren la misma planificación y ejecución que una táctica en la cancha. Cada proyecto es un partido en el que hay que leer el contexto, anticiparse al comportamiento del público y ajustar la estrategia según el desarrollo del mercado. La resiliencia aprendida en los entrenamientos sigue siendo el motor que impulsa cada campaña.

Reflexión final

El fútbol me enseñó a nunca darme por vencido, a pelear cada jugada como si fuera la última. Esa esencia sigue viva en mí, ahora aplicada a la creación de estrategias de marca. Así como en el fútbol, en marketing se requiere constancia, visión y capacidad de adaptación. Lo aprendido en la cancha se traduce en estrategias que buscan resultados concretos, y cada proyecto es un nuevo desafío que afronto con la misma dedicación y profesionalismo.

A quienes buscan triunfar en cualquier ámbito, les digo: los aprendizajes de nuestras pasiones nunca se pierden, solo evolucionan para acompañarnos en nuevos desafíos.

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